Publicidad en los autobuses de Valencia
Si lo que quieres decir, no se puede resumir en pocas palabras, el cliente terminará por no memorizarlo
Como desde la ventana del estudio tengo una panorámica muy amplia de la calle Xátiva, en los momentos de necesario relax visual, me asomo al balcón y observo todo lo que pasa por la calle. Últimamente me ha dado por fijarme en los autobuses urbanos (los de la EMT) y no he podido más que constatar un hecho, que no por consabido, deja de entristecerme.
La mayoría de anuncios «insertados» en los laterales de los grandes vehículos rojos que circulan por las calles de Valencia no sirven para nada. Literalmente, para nada. La mayoría están «construidos» con imágenes pequeñas y de escasa calidad y contraste, llenos de leyendas y mensajes ilegibles y un exceso de información que raya lo absurdo, al tratarse de un soporte móvil.
Una sugerencia para los clientes: no intenten embutir toda la información de la campaña en el lateral de un autobús. Es un soporte que ha de leerse en menos de 3-4 segundos y a una distancia de entre 4 y 10 metros. Los receptores de estos mensajes no son los usuarios de autobús que esperan sentados en las paradas ni los conductores que por casualidad paran su vehículo junto al autobús. Son soportes idóneos para los ciudadanos que pasean por la otra acera de la calle, o circulan en su vehículo por el otro carril, o están, como yo, observando la calle desde sus ventanas. Teniendo en cuenta esto, cuatro premisas: poca información, pocos mensajes paralelos, grandes titulares e imágenes impactantes.
Un consejo para diseñadores y publicistas: utilizad vuestro encanto personal para convencer al cliente de lo que he escrito arriba. Si aún así, persiste en su idea de llenar de información el anuncio, recordad lo aprendido cuando estudiasteis: se debe buscar un mensaje principal, que se convierta en protagonista y cuya comprensión y significado se eleve por encima de los demás. Un punto focal, sea slogan imagen, logo… Lo que sea, que permita que el espectador retenga el mensaje y lo busque cuando llegue a casa y se siente delante de un medio más «reposado» como la prensa, Internet o la tele de su salón.
Tal vez no sea yo quien para hacer sugerencias a los clientes ni dar consejos a los colegas de profesión. Pero si no lo escribía, reventaba.
Álvaro García